sábado, 4 de mayo de 2013

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Ensayo

Escritores enamorados

El historiador Daniel Balmaceda aborda las relaciones sentimentales de Borges, Lugones, Bioy Casares y Arlt, entre otros, en un libro que puede leerse como un conjunto de cuentos románticos con personajes reales
Por   | Para LA NACION
En literatura, las historias de amor suelen terminar trágicamente. Romeo y Julieta no admite un final hollywoodense, tampoco Madame Bovary o Anna Karenina. Desde la Odisea hasta nuestros días, los relatos de amor y muerte de los que se nutre la literatura fueron concebidos por escritores y escritoras, que en muchísimas ocasiones narraron sus propias experiencias. Acaso por eso resulta lógico que la contundencia del título del libro de Daniel Balmaceda, Romances argentinos de escritores turbulentos, y las palabras finales de su contratapa ("muestra a los escritores al desnudo, en su faceta más íntima y desconocida") despierten curiosidad. ¿Conoceremos, entre otros muchos, los romances vividos y no contados por Lugones y Quiroga, por Alfonsina Storni y por las hermanas Ocampo, por Arlt y Borges, por Norah Lange y Silvina Bullrich?
En el prólogo, Balmaceda anuncia que se propuso reunir a "distintas generaciones de escritores, pero todos entrelazados. Sus romances turbulentos se cruzan hasta formar un laberinto de callejones sin salida y espirales interminables". Precisamente, ahí reside una de las virtudes del libro: el modo en que Balmaceda traza ese laberinto por el que transitan cerca de treinta escritores y un buen número de escritoras. Los romances apasionados se fusionan con los amoríos insensibles, el goce con el dolor. A la hora de enamorarse, Roberto Arlt era casi un calco de sus personajes: aspiraba a lo imposible y no vacilaba en jugar todas sus cartas para conseguirlo; no siempre ganaba. Por el contrario, tanto Adolfo Bioy Casares como Horacio Quiroga eran dueños de un enorme poder de seducción, que llevaban hasta sus últimas consecuencias. Tal vez la síntesis del goce y del dolor la encontramos en Jorge Luis Borges: perenne enamorado, rara vez correspondido. Por encima de sus repetidos fracasos, se torna patético el control que sobre él ejercía su madre, doña Leonor, y el modo apacible con que Borges aceptaba ese control. Victoria Ocampo, Norah Lange, Alfonsina Storni, Silvina Bullrich y Martha Mercader asumen, con sus romances, mayores riesgos del que corren los escritores, sobre todo teniendo en cuenta cuáles eran las reglas morales que para el llamado "sexo débil" regían en aquellos tiempos.
Romances argentinos de escritores turbulentos puede leerse como la crónica de ciertos amores semisecretos que marcaron una época o como un conjunto de cuentos románticos con personajes reales, aunque no es del todo descabellado señalar que también admite ser leído como una novela. En su totalidad, el libro ofrece una certera pintura de época, con los usos y costumbres de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los escritoras y los escritores que lo recorren aparecen una y otra vez a lo largo del volumen. En la página 21 encontramos a Leopoldo Lugones, definitivamente enamorado de Juana González, pero en la página 152 le dedicará cientos de versos a Emilia Cadelago, "mi novia adorada", y en la página 207, poco antes de suicidarse, tendrá un último amor con la joven poeta María Alicia Domínguez. Esta peculiaridad no es privativa de Lugones, también Quiroga, Nalé Roxlo, Arlt, Borges, Bioy Casares y Antoine de Saint-Exupéry se repiten en distintos momentos del relato. Balmaceda incluso incorpora algunos textos que no se refieren a historias de amor, pero que operan como enlaces en el conjunto de la narración. Abandone toda esperanza aquel lector confundido que, frente a tantos secretos de alcoba, imagina un recopilado de chismes al mejor estilo revistas del corazón o del escándalo. Daniel Balmaceda prescinde de ese mal gusto y ofrece, en cambio, un libro que se saborea lenta y placenteramente, con el mismo deleite con que paladeamos los buenos platos
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1 comentario:

  1. Lo que más me interesó es el trazado que hace Balmaceda para hilvanar las diferentes historias, sin caer en la mera chismografía, uno va dibujando los diferentes "personajes reales" que ellos conformaron en sus verdaderas historias...

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